Hace 20 años, cuando estudiaba cine en Berlín, formé parte de Women in Film Germany. Recuerdo que en los eventos y debates se hablaba constantemente de la falta de mujeres en la dirección, la dificultad de acceder a financiamiento y la subrepresentación de la mirada femenina en la pantalla. En ese momento, yo pensaba que para cuando llegara mi turno de hacer cine profesionalmente, muchas de estas barreras ya se habrían derrumbado. Hoy, después de haber trabajado en la industria cinematográfica en Colombia y España, me doy cuenta de que seguimos luchando las mismas batallas.

Las cifras lo confirman. El último estudio de la Iniciativa de Inclusión Annenberg de la USC muestra que, en 2024, solo el 13.4% de las 100 películas más taquilleras fueron dirigidas por mujeres. A pesar de que esto representa un aumento con respecto a años anteriores, el avance es desesperadamente lento. Y si miramos con más detalle, la situación es aún peor para las mujeres racializadas: en 18 años de estudio, solo el 1.7% de los filmes más exitosos fueron dirigidos por mujeres BIPOC. Es decir, la brecha de género no solo persiste, sino que para muchas es doblemente difícil de cerrar.

El documental: un refugio para las mujeres cineastas

Mi carrera en el cine comenzó en Colombia, después de recibir mi primer apoyo de Proimágenes Colombia para desarrollar un largometraje documental. Fue en Colombia donde encontré a muchas mujeres cineastas, pero también noté un patrón: la mayoría estaba en el documental. Es un género que permite una mayor flexibilidad, que puede realizarse con presupuestos más bajos y en donde muchas mujeres han encontrado la manera de autoproducirse y conciliar la maternidad con su carrera. No es casualidad. Es un reflejo de la estructura de la industria.

El informe “La primera, no la última”, publicado por Killary Cine Lab en Colombia, revela datos del periodo 1960 a 2018. En estas décadas, 45% de las películas documentales en el país fueron dirigidas por mujeres, en ficción la cifra cae al 18%. Según el Informe de la CAACI sobre la Participación de las Mujeres en la Industria Cinematográfica Iberoamericana (2024), en Colombia, las mujeres representan el 24.5% de las directoras de largometrajes. Estos datos evidencian que, aunque las mujeres han logrado una presencia significativa en el cine documental, la brecha de género sigue siendo profunda en la dirección de ficción y en la industria en general, reflejando las barreras estructurales que limitan su acceso a mayores presupuestos y oportunidades en el cine comercial.

Este fenómeno no es exclusivo de Colombia. En España, donde vivo desde 2019 y soy parte de CIMA y Dones Visuals, el panorama es similar. Según el último informe de equidad de género de CIMA, solo el 38% de los puestos de responsabilidad en el cine fueron ocupados por mujeres en 2023. En términos de dirección, las mujeres dirigieron apenas el 28% de los largometrajes estrenados ese año. Y cuando miramos la financiación, la brecha es aún más evidente: las películas dirigidas por hombres recibieron en promedio 2.8 millones de euros, mientras que las dirigidas por mujeres apenas 1.6 millones de euros.

La brecha en la financiación y el sesgo temático

A lo largo de mi carrera, he sentido en primera persona lo que significan estas cifras. No es solo que las mujeres tengamos menos acceso a financiamiento, sino que también se nos exige demostrar más. Nuestros proyectos suelen ser cuestionados con más dureza, especialmente cuando tratan temas que no encajan en lo que la industria considera “comercialmente viable”.

Si una mujer quiere dirigir una película sobre la maternidad, la memoria, la identidad femenina o el parto, se enfrenta a una gran resistencia. Se nos dice que estos temas son “demasiado íntimos”, que “no venden”, que “no tienen audiencia”. Pero, ¿cómo se puede medir la audiencia de algo que nunca se produce en la misma escala que otros géneros? Es un círculo vicioso: las historias contadas desde una mirada femenina no son financiadas porque no hay “suficiente demanda”, y no hay suficiente demanda porque no se han contado suficientes historias como para crear un público fiel. Y… la mitad del planeta aún no encuentra sus historias en la gran pantalla.

Productoras sí, pero… ¿en qué condiciones?

Otro argumento que se suele escuchar es que “cada vez hay más mujeres productoras en el cine”. En España, en Colombia y en muchos países iberoamericanos, esto es cierto. Pero, ¿en qué términos están produciendo?

¿Tienen estas mujeres casas productoras con modelos de negocio sostenibles que producen contenidos de otras voces para una variedad de ventanas? ¿O se trata más bien de muchas mujeres individuales que se autoproducen porque no encuentran quién confíe en sus historias? Hay una gran diferencia entre producir bajo un modelo de negocio sostenible y tener que sacar adelante proyectos en condiciones precarias porque nadie más está dispuesto a financiarlos. 

Esto último es lo que muchas mujeres, incluyéndome, han tenido que hacer. Nos autoproducimos, buscamos becas, aplicamos a convocatorias, hacemos coproducciones internacionales, todo con tal de sacar adelante nuestras películas. Pero esto también implica que muchas veces trabajamos en condiciones precarias, con sueldos bajos o inexistentes, sin la certeza de que el siguiente proyecto vaya a encontrar financiación. 

El camino a seguir

¿Qué se necesita para cambiar esto? Las soluciones existen, y varios estudios lo han señalado con claridad:

  • Garantizar acceso equitativo a la financiación. No basta con decir que “cada vez hay más mujeres en la industria” si no se traduce en oportunidades concretas.
  • Diversificar las narrativas. Si el cine sigue contando las mismas historias desde los mismos puntos de vista, la diversidad de miradas nunca será una realidad.
  • Apoyar la continuidad de carrera. A los hombres se les dan múltiples oportunidades de dirigir grandes proyectos. A las mujeres, en cambio, muchas veces se les da una única oportunidad, y si no logran un éxito inmediato, quedan relegadas.

Soy cineasta y he vivido en tres países con industrias cinematográficas muy distintas, pero el patrón se repite. La mirada femenina sigue estando subrepresentada en el cine, no porque falten directoras, sino porque seguimos encontrando obstáculos estructurales para contar nuestras historias. No basta con que haya más mujeres en el cine. Lo que realmente necesitamos es que haya oportunidades y acceso.

Hasta que eso no ocurra, la brecha de género en el cine seguirá siendo un problema del que hablaremos dentro de otros 20 años.

📌 Infobox:

El reciente informe de ONU Mujeres titulado “Los derechos de las mujeres bajo examen, 30 años después de Beijing”, publicado de cara al 8 de marzo 2025, pone de manifiesto que al año pasado casi una cuarta parte de los Gobiernos de todo el mundo informaron de un retroceso en los derechos de las mujeres.

Este reporte refleja una realidad preocupante: el retroceso en los derechos de las mujeres no es solo una percepción, sino una realidad documentada en múltiples países. Lo que más resuena es la manera en que la tecnología y la inteligencia artificial están reforzando estereotipos dañinos en lugar de servir como herramientas de equidad. Esto es particularmente relevante en la industria cinematográfica, donde la mirada masculina sigue predominando y la inteligencia artificial, al ser entrenada con datos sesgados, puede replicar y perpetuar narrativas desiguales.

Esto demuestra que la equidad de género no es un progreso lineal, sino una lucha constante contra fuerzas que buscan mantener estructuras desiguales. La equidad de género no puede darse por sentada, sino que requiere un compromiso sostenido y consciente.

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