Anabel Rodríguez Ríos es una directora venezolana conocida por el largometraje documental “Érase una vez Venezuela: Congo mirador” que estrenó en el Festival de Cine Sundance y fue la postulación de Venezuela para los Oscar en 2020.
Josephine LF: ¿De qué se trata «Érase una vez en Venezuela?»
Anabel Rodríguez: – “Érase una vez en Venezuela” relata la vida de un pueblo palafítico en el lago de Maracaibo, llamado Congo Mirador. Pese a ser un sitio de explotación petrolera, la gente poco se beneficia económicamente de esto, al contrario, hay un abandono de la gente.

Este pueblito se está sedimentando y la película lo que hace es seguir su destino desde la vida íntima de dos mujeres, Natalí, la maestra de la única escuela que hay ahí, y Tamara, que es la líder de la comunidad, representante del partido único socialista de Venezuela, que es el partido de gobierno. Tamara tiene los recursos de la comunidad y quiere sacar a la maestra para sustituirla por una muchacha del partido político; es un poco la historia de ella durante varios años.
Tamara también es la persona que más activamente hace gestión para salvar el pueblo. Ella es un poco mandona y dictatorial dentro de la comunidad, pero cuando se va confrontando con los distintos escaños dentro del poder vemos que es tan frágil como cualquier otra persona de la comunidad.
Josephine LF: ¿Cómo fue el acceso a esos dos personajes principales?
Anabel Rodríguez: -Los dos primeros años grabamos solamente con Natalí y no teníamos relación con Tamara.
Llegó un momento que la casa de Natalí, donde nos estábamos quedando, por el mismo tema de la sedimentación, la tienen que reubicar y nos quedamos sin alojamiento. La única persona que también alquilaba su casa o cuarto era Tamara. Le preguntamos si podíamos quedarnos allí, y ella es una persona muy práctica y de negocio. Esa fue la forma que ella terminó entrando en la película y eso fue una tremenda experiencia humana.
Le sacaba punta a eso de que nosotros éramos los opositores y buscaba sacarnos de nuestras casillas. Tiene mucho sentido del humor.
Con el tiempo, ella manifestó varias veces que su interés también estaba en que la película visibilizara el problema de sedimentación del Congo Mirador, en la esperanza de que, en algún momento, llegara alguna ayuda. Conforme pasaba cada año, había un tiempo de sequía y otro de lluvia, aquel fenómeno de la sedimentación se va asentando más y más y el peligro es que se pierda el pueblo, tornándose en un pantano invivible, entre otras cosas, por la contaminación, las aguas negras y las enfermedades.
Tamara también es una persona histriónica antes que nada, esa fue la mayor dificultad como cineasta y documentalista, el aproximarse a la historia de ella, llegar a tocar el ser humano, que dejara caer sus máscaras y que la confianza fuese en ambas direcciones, eso tomó años.
Si bien Tamara vive en otro pueblo que está en tierra firme, ella vive todavía dentro de ese entorno donde está el partido. El tema es cómo protegerla a ella y a la maestra y eso es un punto de preocupación. Eso es la gran dificultad en el cine documental.
Es complejo, porque es tan importante mostrar estas realidades, hacer un cierto tipo de denuncia, al mismo tiempo los personajes son personas reales que luego de la película siguen con su vida. Y la película pueda influir – mal o bien – en sus vidas.
La conciencia como creadora de que tu cámara influye en la vida de alguien, la ética entre «quiero contar algo» y «cómo protejo a la gente que ha hecho posible el proyecto» es un tema bastante delicado.
Josephine LF: Vives en Viena. ¿Continúas viajando por la película?
Anabel Rodríguez : Sí, claro. Estuve en Venezuela presentando la película y también para iniciar las grabaciones de otras ideas. Yo sigo vinculada a una necesidad profunda de contar estas historias, entre otras cosas, porque son unas circunstancias bien dolorosas, y también intentando entender desde el punto de vista humano.
Josephine LF: ¿Cómo manejaron las proyecciones comunitarias en Venezuela?
Anabel Rodríguez: -Eso lo hicimos con el apoyo del ISFA y el apoyo los distribuidores en Venezuela de gran cine para poder contar con la logística que ello implica. Ellos dan un fondo para distribución; una entrada de cine en Venezuela cuesta $3 dólares y la verdad es que la mayoría de la gente o no los tienes o piensa muchísimas veces antes de pagar.
La premisa es ir a donde nos permitan y allí buscamos hacer espacio de conversación.
Josephine LF: ¿Cómo fue el envío de la película a Óscar extranjero en Venezuela? Si es una película que es crítica del gobierno y que muestra una realidad muy dura, cómo terminó siendo la nominada por Venezuela al Oscar, ¿quién elige y cómo es ese proceso?
Anabel Rodríguez: -Hay un comité que tiene representantes, de productores, directores, de cineastas. En el caso de Venezuela está desmembrada y bien golpeada, pero sigue resistiendo. El comité se conforma por cineastas dentro y fuera del país.
Este comité tiene representantes de esos gremios y se vota. Y eligieron esta película por unanimidad. Es interesante porque, yo creo que como el dolor de la devastación del país lo tenemos todos, no importa en cuál polaridad te encuentres, eso nos une de algún modo. Hasta el momento sí ha habido otros documentales muy buenos que abordan distintas realidades que evidencian la emergencia humanitaria, pero la forma como está hecho este, nos ha ayudado hacer una catarsis, yo creo que eso primó en ese comité.
Josephine LF: Me parece súper interesante ese punto en que, de alguna manera, logras con esta película una conciliación.
Anabel Rodríguez: -Creo que «Érase una vez en Venezuela» es una película hecha muy en consonancia con el tiempo que nos tocó vivir. Es algo más que un momento histórico, pero hay ciertamente una forma de pararse frente a los hechos, desde el momento de filmar.
Estás ahí con tu cámara y hay que tener una actitud más receptiva. De hecho, buscábamos visualizar desde la escucha y no pensando «ya tengo la toma y corto lo que está diciendo la persona». Fijarnos en qué es lo que está diciendo, cuál es la energía del momento y con la práctica y el tiempo eso se fue asentando mucho en el cuerpo y en esta experiencia.
No te niego que hasta el momento de montaje – que duró 2 años – tenía la idea de querer perfilar esos dos personajes mucho más blanco y negro, pensaba en ese momento que eso era lo que le daba más fuerza a la película.
En el tratamiento de la historia de Tamara, a mi no me interesaba mostrar los momentos de sus contradicciones y claro fue tremendo error que veo ahorita, pero en ese momento yo lo veía distinto y el editor siempre me lo discutía.
Por ejemplo, hay una toma que muestra cómo fue la relación de Tamara con el gobernador en ese momento. Ese plano no existió en el montaje por mucho tiempo; eso lo sacó después el editor así.
Para mí no fue fácil tragarme eso. En este caso, esa mirada más empática con diversas personas vino más del editor, una mirada más compasiva y fue un aprendizaje como ser humano para mí, el no tenerle miedo a mostrar esas contradicciones.
Josephine LF: Hablemos de la equidad de género en el cine. ¿Cómo ha sido para ti siendo mujer cineasta? ¿Has tenido alguna experiencia que quieras compartir, por ejemplo, la maternidad? ¿Te ha impactado desde tu sentir, desde tus experiencias?
Anabel Rodríguez: -Creo que lo más impactante es que hay un tema con la seguridad, la confianza en una misma.
A mi me ha tomado 15 años lograr asumirme como artista, y quizás esta forma de haber trabajado esta película en un sitio remoto, que iba desde cómo proteger un proceso, una intimidad, para lograr un lenguaje, eso ha sido lo más difícil y lo que da más satisfacción. Esa confianza en mí misma me ha costado mucho y puede ser por la condición de mujer.
El hecho de ser madre en lo personal, siento que me ha dado perspectiva, ya para mí lo más importante no es la película y eso me calma. Los cineastas tendemos a ser muy hambrientos, egocéntricos, con necesidad de reconocimiento, entonces a veces la gente pierde un poco el norte con esto, y a mí me pasaba antes de ser madre. Siendo madre, cambian las prioridades.
Josephine LF: Hiciste una campaña de crowdfunding en IndieGoGo para ir a los Oscar. ¿Por qué se necesita de tanto dinero? ¿Qué implica estar pre-nominada al Oscar? ¿Cómo se hace visible una película venezolana a los miembros de la Academia en Los Ángeles?
Anabel Rodríguez: Lo mínimo que hay que hacer es mandar emails a los miembros de la Academia para hacerles saber de la existencia de tu película y de los eventos que estás haciendo para que vean de qué va el planteamiento de la película. Tienes que organizar proyecciones, alquilar cines. Durante la pandemia fue una oportunidad para películas de menos presupuesto.
Pero incluso siendo online, las películas se deben enviar a través de una plataforma de la Academia y una de esas comunicaciones por la plataforma cuestan unos $2000 USD.
Nosotros pensando en hacer esto posible nos hemos basado en las redes sociales, tratando de entrar en la opinión pública por esas vías. De esta manera, haces publicaciones y las direccionas hacia dónde están los miembros de la academia. Entonces el objetivo es que los académicos y las académicas vean tu película, les guste y, lo más importante, que voten por tu película.
Y en todo esto se va un gran presupuesto. Yo creo que en términos de comunicación, independientemente de los resultados, el objetivo se ha cumplido que es hacer que la película se presente para los miembros del jurado.
Josephine LF: ¿Dónde o cuándo puede verse el documental?
Anabel Rodríguez: -Se puede ver en VOD en Apple TV o en Amazon Prime.
Josephine LF: ¿Qué nuevos proyectos vienen?
Anabel Rodríguez: -Lo que tengo a flor de piel son dos cortos, uno sobre una radio llamada Humano Derecho, donde coinciden organizaciones que defienden los derechos humanos en Venezuela y funciona en Caracas. Ellos usan un estudio para producir música de protesta que va desde punk hasta reggae. Queremos contar esa historia de ese espíritu que no se deja aplastar y que sigue desde el punto de vista de los defensores de los derechos humanos.
Otro tema que estamos trabajando y que espero pronto poder grabar en una forma de corto, es la historia de niños dejados atrás por los padres que deben migrar y que quedan con una abuela, con una tía. Estamos trabajando con varias familias. La migración es un tema transversal que a mí me gustaría tocar, hay aproximadamente un millón de chamos en esta situación.
La emocionalidad de estos chamos es algo que no se ha expuesto y tampoco ha sido tan estudiada. Lo vamos a hacer en conjunto con una organización que tiene 30 años trabajando con la infancia en Venezuela y en compañía de la guía de psicólogos que llevan este programa de acompañamiento por estos chamos.
Josephine LF: ¡Mucha suerte con todo y muchas gracias, querida Anabel!

Josephine Landertinger Forero es directora de cine. También trabaja como productora, guionista y programadora de cine. Estudió Cine y Comunicación Social en la Freie Universität Berlin, donde se especializó en Neorralismo italiano, cine postguerra alemán y cine documental. Posteriormente, hizo un diplomado en Dirección de Actores en Congo Films School Bogotá y su corto de grado “El Primer Baile” obtuvo una Mención Especial de Jurado en WeCam Fest 2020. Se estrenó comercialmente en salas de cine de Colombia.
Su ópera-prima largometraje “Home – el país de la ilusión” fue nominada a Mejor Documental 2017 por la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas. “Soy Cris de Tierra Bomba” es su segundo largometraje y se encuentra desarrollando un tercer documental largometraje “Memorias Perdidas y Encontradas” así como un largometraje de ficción. Trabaja entre Barcelona y Bogotá.